Pentecostés Año A

Pentecostés Año A

Hechos 2:1-11 Salmo 104 1 Corintios 12:3b-7, 12-13 Juan 20:19-23

Hoy celebramos Pentecostés. La palabra Pentecostés se basa en una palabra griega que significa 50. La razón de este título es que en el Antiguo Testamento la fiesta judía de Pentecostés tenía lugar el día después de siete semanas, el día 50. El título hebreo para esta fiesta es Shavuot, que significa semanas. Estas siete semanas de 49 días tuvieron lugar inmediatamente después de la fiesta de la Pascua, durante la cual el pueblo judío celebró haber sido liberado de Egipto, donde eran esclavos. En Pentecostés, el pueblo judío celebra la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí. (Éxodo 19:18-20, 34:22; Deuteronomio 16:10) Antes de darle la Ley a Moisés, Dios descendió sobre el Monte Sinaí “en fuego”. (Éxodo 19:18)

         Del mismo modo, comenta Pitre, los Hechos de los Apóstoles describen a los discípulos reunidos en el día de Pentecostés y de repente “lenguas … de fuego” descendieron sobre cada discípulo. (Hechos 2:3) Esta vez, sin embargo, Dios no descendió sobre una montaña, sino que descendió a los corazones y las mentes de cada uno de los discípulos para transformar a los discípulos dándoles el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo da a los discípulos la capacidad de seguir los Diez Mandamientos que fueron dados a sus antepasados.[1]

         En el bautismo se nos dio el don del Espíritu Santo. Este don se fortaleció aún más dentro de nosotros en la Confirmación. Cuando enfrentamos dificultades para seguir los Diez Mandamientos, vamos a la fuente que nos ayudará a perseverar o tratamos de confiar en nuestras propias fortalezas mientras vemos a Dios como secundario.

         Hoy, el domingo de Pentecostés, reconozcamos que Dios no es secundario a nuestras vidas, sino primario. Si deseamos seguir los Diez Mandamientos y amar como Jesús ama, esto solo es posible confiando en el Espíritu Santo, confiando en la gracia participando en la vida de la Trinidad. Esto no significa que Dios reemplazará nuestra naturaleza, sino que quiere que unamos nuestros esfuerzos con la ayuda divina, la gracia divina que Dios nos dio en el Bautismo.

Gradualmente, confiando en la gracia de Dios y cooperando con todo nuestro ser, corazones, mentes y cuerpos, seremos cada vez más transformados en una imagen de Jesucristo brillando la presencia de Dios en el mundo. De acuerdo con la misteriosa providencia de Dios, para algunos esta transformación no será tan notable como lo es con otros. Lo importante es trabajar con gracia, participar en la vida de la Trinidad para que nos transformemos en imágenes de Jesucristo en el mundo de acuerdo con el tiempo de Dios.

Que Dios le bendiga y feliz domingo de Pentecostés


[1] Brant Pitre, “Pentecost and Speaking in Tongues (Year A),” catholicproductions.com.

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